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Lección samaritana

"Desde el más excelso hasta el más insignificante, el "yo" existe para ser abdicado." C.S. Lewis en El Problema del Dolor.

Una situación muy penosa que está ocurriendo en estos momentos es la situación de los refugiados sirios. Aquí en los EUA, las opiniones sobre que hacer con estas personas están muy divididas. Y tristemente las divisiones de opinión se encuentran en el círculo cristiano. Es muy claro que estas personas en medio de una terrible crisis no son bienvenidas. La tensión de esta situación es debida a miedos y prejuicios. La mayoría clama que tal vez estos refugiados vienen a América como en una especie de caballo de troya, militantes de ISIS disfrazados cuyo objetivo es continuar sus actos de terror en contra de este país infiel. Las heridas del 9/11 siguen doliendo.


Y el problema de recibir a estos refugiados es de escala mundial. Porque sino es por miedo a sufrir terrorismo, tal vez la hostilidad hacia ellos es por otras causas. Así que sencillamente todo este rechazo, si queremos diagnosticarlo, es una xenofobia. Una primera lección que aprendemos es que ayudar cuesta y tener compasión no es sencillo, pero incluso no solo hacia los extranjeros, sino hasta los que están en nuestro propio contexto.


Pero, ¿Qué pasa con el mensaje cristiano de amar y servir a todos, en especial a nuestros enemigos? Este tipo de situaciones confirma que muchas veces, y todo el tiempo, nos dejamos controlar por nuestros ídolos y miedos. Se nos ha olvidado la vieja historia del evangelio. El evangelio nos cuenta del gran Dios creador de los cielos y la tierra que se hizo hombre para ser sacrificado por amor a nosotros, ¡sus enemigos!, y darnos vida eterna. Pero si, se nos olvida esa historia porque nos sentimos más listos. Nosotros decidimos a quien y como ayudar. Ponemos la compasión bajo nuestros propios límites y comodidades. Y es en esa actitud arrogante que Jesús nos encuentra y nos cuenta una parábola.


¿Qué es una parábola? Es simplemente una historia sencilla que es usada para ilustrar una lección moral o espiritual. Jesús usaba muchas parábolas. Pero sus historias no eran "fábulas de Esopo", o cuentos bonitos con un final feliz para hacer sentir bien a las personas. No, sino que las historias e ilustraciones que usaba Jesús eran para hacer chocar, para incomodar y hacer ver una realidad de dimensiones de vida y muerte. El objetivo era que los oyentes pudieran visualizar una verdad tan grande, sus consecuencias y clamar en desesperación como lo hicieran sus discípulos o el carcelero de filipos, ¿Qué pues haremos para salvarnos?


Lucas en su evangelio, en el capítulo 10, registra la parábola de Jesús conocida como "El Buen Samaritano". Tal vez sea muy conocida por muchos y la mayoría de las veces nos quedamos como si fuera solamente una bonita lección sobre ayudar a los demás. Sin embargo, las implicaciones sobre la compasión son mucho más profundas:


"Y he aquí, cierto intérprete de la ley se levantó, y para ponerle a prueba dijo: Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Y El le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? Respondiendo él, dijo: Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazon, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza, y con toda tu mente; y a tu projimo como a ti mismo. Entonces Jesús le dijo: Has respondido correctamente; haz esto y viviras. Pero queriendo él justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?

Respondiendo Jesús, dijo: Cierto hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, los cuales después de despojarlo y de darle golpes, se fueron, dejándolo medio muerto. Por casualidad cierto sacerdote bajaba por aquel camino, y cuando lo vio, pasó por el otro lado del camino. Del mismo modo, también un levita, cuando llegó al lugar y lo vio, pasó por el otro lado del camino. Pero cierto samaritano, que iba de viaje, llegó adonde él estaba; y cuando lo vio, tuvo compasión, y acercándose, le vendó sus heridas, derramando aceite y vino sobre ellas; y poniéndolo sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un mesón y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al mesonero, y dijo: “Cuídalo, y todo lo demás que gastes, cuando yo regrese te lo pagaré.” ¿Cuál de estos tres piensas tú que demostró ser prójimo del que cayó en manos de los salteadores? Y él dijo: El que tuvo misericordia de él. Y Jesús le dijo: Ve y haz tú lo mismo."


Sin hacer un ejercicio exhaustivo y exegético de la parábola, al menos podemos ver tres puntos interesantes en esta gran lección samaritana: 1. ¿Quienes somos nosotros?, 2. ¿Quién es mi prójimo?, y 3. ¿Qué es el evangelio?


1. ¿Quienes somos nosotros? Cuando el doctor en la ley se acerca al buen maestro, viene con un sentido de arrogancia. Piensa que la salvación es obtenida al cumplir la ley al pie de la letra. Muy elocuententemente, este experto le dice a Jesús que la ley se puede resumir en dos puntos, amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, fuerza y mente; así como amar a nuestro prójimo. Jesús le responde que está en lo correcto y que si sigue esos dos sencillos mandamientos obtendrá la vida eterna. Nosotros somos esos "expertos". Sabemos las respuestas correctas. Sin embargo, nos engañamos a nosotros mismos porque ponemos nuestras propias condiciones al amar a Dios y al definir quien es nuestro prójimo. Al final nos damos cuenta que no podemos cumplir la ley. Esos sencillos mandamientos, no son tan sencillos como pareciera.


2. ¿Quién es mi prójimo? Jesús responde la pregunta del experto de la ley con una parábola. Tal vez en nuestros oídos modernos suena como una historia con una buena lección moral. Sin embargo, Jesús escandalizó a todos sus oyentes, sobretodo cuando el héroe de la misma es un enemigo de la nación, un samaritano. Y los elementos y detalles que Jesús utilizó fueron asimismo cautivantes, porque el samaritano, siendo considerado un enemigo, arriesgó su propia vida al ayudar al judío lastimado. Pareciera que ni titubeó ni un segundo en pensar si pudiera estar en medio de una emboscada. No, sino que al ver al hombre necesitado tuvo una compasión que lo empujó a ayudar rápidamente. Además usó todos sus recursos para que el judío pudiera recupersarse tranquilamente al hospedarlo en un hostal. La respuesta sobre quién es nuestro prójimo es muy clara, todas las personas a nuestro alrededor son nuestro prójimo, e incluso aquellas que nos desagradan por cualquier clase de motivos. Los sirios son nuestro prójimo.


3. ¿Qué es el evangelio? Las implicaciones de esta parábola son más que evidentes y es lo que nos incomoda. Jesús está diciéndole al maestro de la ley y a todos los que están escuchando que si en verdad son honestos con ellos mismos, realmente no aman a Dios con todo su ser, porque no pueden ni siquiera amar a su prójimo. ¿Cómo pueden amar a Dios, a quien no ven, si ni siquiera pueden amar a los demás? Pero todavía de una manera más profunda, Jesús en su mensaje de amor nos dice que él es la ilustración verdadera de esa parábola, tal como Pablo lo dice en su carta a los filipenses:


"Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás. Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz." Filipenses 2:3-8.


Jesús, como el samaritano, lavó nuestras heridas y cargó con nuestros dolores para rescatarnos y reconciliarnos con el Padre. Jesús mostró una compasión sacrificial hacia nosotros, sus enemigos, buscando para nosotros un bien mayor de consecuencias eternas. Pero no podemos amar a los demás si no creemos y experimentamos primeramente el amor de Jesús hacia nosotros. Jesús, al final de la parábola, nos desafía e invita a amar y tener misericordia y compasión hacia los demás como lo demostró alguien todavía mayor que el buen samaritano: Jesús mismo. El nos invita a hacer lo mismo.


Solamente a través del poder del evangelio es que podemos mostrar compasión y amor a los demás, incluyendo a los refugiados sirios. No podemos con nuestras propias fuerzas. Que Jesús nos dé esas fuerzas necesarias para poder amar a Dios con todo nuestro ser y a nuestro prójimo. Y como comenta C.S. Lewis en El Problema del Dolor, que finalmente podamos abdicarnos a nosotros mismos al servir a los demás, no buscando nuestros propios intereses, sino más bien los intereses de los demás.


El Buen Samaritano, por Jan Wijnants (1632-1684), pintor holandés. En la pintura pueden observarse los personajes y detalles descritos en la parábola de Lucas 10: el sacerdote y el levita, a la distancia; en el centro está posiblemente el templo de Jerusalén, de donde vendría de adorar el judío que fue asaltado. Asimismo el samaritano, el "enemigo", se muestra sanando las heridas del pobre hombre, con delicadeza y compasión.

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