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Del sufrimiento al gozo

"El momento en el que no hay nada en absoluto en su alma, excepto un grito de ayuda puede ser justo en el momento en que Dios no puede ayudarle: usted es como el hombre que se ahoga, pero que nadie puede ayudar porque patalea y araña. Tal vez sus propios llantos constantes ensordecen la voz que esperaba escuchar." C.S. Lewis en Una Pena en Observación. Traducción mía.

Si has leído El Problema del Dolor y Una Pena en Observación (The Problem of Pain y A Grief Observed, títulos originales en inglés) ambos de C.S. Lewis, podrás notar grandes diferencias e incluso posibles "incongruencias" en la tesis del autor sobre el dolor y el sufrimiento.

En el primer libro, El Problema del Dolor, Lewis hace un discurso teórico de lo que significa el dolor. Claramente, su elocuencia sobre el tema es altamente aplaudible. ¿Quien no se levanta de su asiento a aplaudir a tan grande escritor?

Pero, en el segundo, pareciera que Lewis trata el tema de otra manera. Es como si hiciera una disección de su propia alma y nos presenta su sufrimiento y llanto en una forma en la cual, ya no es teoría, sino una realidad en su vida. Ya no nos levantamos de nuestro asiento para aplaudirle, sino que nos quedamos quietos, reflexionando en nuestro propio dolor, y sentimos una gran empatía por el.

Su hijastro, Douglas Gresham, en su prefacio en Una Pena Observada, escribe: "Este libro es un hombre emocionalmente desnudo en su propio Getsemaní. Nos habla de la agonía y el vacío de una pena como pocos de nosotros podemos soportar, porque cuanto mayor es el amor, mayor es el dolor..."

Así que pareciera que en su primer libro, Lewis veía y analizaba el dolor desde lejos. En el segundo, el autor agonizaba porque el dolor llegó a su vida de una manera trágica por la muerte de su esposa, la poeta y escritora americana Joy Davidman. Estuvieron casados por cuatro años.

Hace poco, mi esposa y yo reflexionábamos sobre el dolor que hemos atravezado en estos dos años y medio. Sabíamos sobre el sufriemiento de manera teórica, como Lewis. Sabíamos que la vida misionera significa sacrificio y dolor. Sabíamos que el seguir a Cristo significa dejarlo todo. Pero no podemos negar que una parte de nuestras vidas arrogantemente se unía a las voces de Juan y Santiago, diciéndole a nuestro Señor Jesús que si podíamos tomar de su copa.

La vida misionera y de ministerio se veía emocionante, de aventura... desde lejos. Pero, si, hemos tomado del trago amargo que pensamos que podíamos beber sin problema. Hemos atravezado problemas de salud, financieros, de conflicto, e incluso de desprecio, mentiras y acusaciones de personas muy cercanas a nosotros. Estábamos tan perplejos ante el dolor que nuestros llantos nos impedían escuchar la voz del evangelio que nos invitaba a descansar en nuestro salvador. ¡Necesitábamos escuchar de nuevo las grandes noticias que nos llevaban del sufrimiento al gozo de Cristo!

Al recordar y aplicar el evangelio a nuestras vidas, podemos ver y apreciar esa línea tan fina entre el dolor y el gozo. Habíamos completamente olvidado las grandes promesas que tenemos en Cristo:

Has juntado todas mis lágrimas en tu frasco; has registrado cada una de ellas en tu libro. Salmos 56:8.

Pues el Señor tu Dios vive en medio de ti. Él es un poderoso salvador. Se deleitará en ti con alegría. Con su amor calmará todos tus temores. Se gozará por ti con cantos de alegría. Sofonías 3:17.

Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Mateo 28:20.

Y aún hay más...

El evangelio nos ayuda a ver el sufrimiento con otros ojos. Dios en su amor y gracia no desprecia nuestros sentimientos y emociones, porque no somos masoquistas que se revuelcan en dolor por placer. Al contrario, en nuestro dolor, Dios se acerca a nosotros en amor, y nos muestra a Cristo, quien padeció y sufrió por nosotros para que podamos gozarnos de sus promesas y una relación con El para siempre. Cristo hace la más grande transferencia cósmica de nuestro dolor por gozo; nuestra injusticia por justicia; nuestras enfermedades por sanidad.

Hay una escena que me gusta al final de la película Inside Out (Intesa-mente), de Pixar, en la cual interactúan las diferentes emociones de una niña, Riley: Alegría, Tristeza, Miedo, Enojo y Desprecio. Durante toda la película, hay un conflicto grande entre Alegría y Tristeza que repercute en que la niña pierde todos sus pensamientos centrales y está en una terrible depresión. Al final, Alegría invita a Tristeza para que tome el control y ponga los pensamientos en modo triste, lo que permite que la niña empiece a llorar y a admitir a sus padres que extraña su antigua vida. Cuando sus padres aceptan lo que dice Riley, la abrazan y la consuelan, lo que lleva a tener pensamientos de gozo y alegría. La tristeza abre la puerta a la alegria.

El evangelio de Cristo, redime nuestras tristezas y dolores, nos recuerda de sus grandes promesas, y nos abraza y consuela de maneras tan grandes, como jamás lo hayamos experimentado.

Ese maravilloso evangelio nos permite cantar como el rey David:

Escucha, oh Señor, y ten piedad de mí; oh Señor, sé tú mi socorro. Tú has cambiado mi lamento en danza; has desatado mi cilicio y me has ceñido de alegría; para que mi alma te cante alabanzas y no esté callada. Oh Señor, Dios mío, te alabaré por siempre.

Salmos 30:10-12

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